CUANDO LLEGAN LOS TURISTAS

A varios pueblos les ha pasado. De repente, alguien descubre el agua cristalina, el bosque, la arena clara, la casa escondida en el campo y los promociona. Y empieza a llegar la gente, como un río. Aparecen con parlantes, música, fiesta, asados y las botellas plásticas que quedan; la vida incontenible. Luego, el lugar se vuelve famoso, la gente le toma fotos, llega un inversor a construir un hotel de lujo. De pronto, el alcalde pide que no vengan todos al tiempo, porque no hay hospitales ni policías suficiente; alguna gente del pueblo huye. Todas estas frases se refieren a una realidad que toca a muchos de nuestros pueblos en Colombia. Hablan de un turismo que beneficia a unos pocos, cambia la realidad de muchos y afecta la naturaleza para siempre.

La gente de otros continentes, que nos lleva más años de experiencia, ya sabe lo que pasa: si no hay una estrategia consciente y planeada que prepare los lugares para visitas masivas, el resultado será nefasto. En Roma, Nueva York o París, la gente que ha crecido cerca a lugares visitados ha recibido compañía y protección por parte de autoridades en la mayoría de los casos y, cuando no, ha huido. Porque es imposible llevar una vida en medio de una desconexión malinterpretada de lo que significa ser humano y el descanso. En los lugares menos avanzados, la vida cambia para siempre. Y no precisamente para bien.

El turismo tiene un lugar protagonista en el plan de gobierno del presidente Gustavo Petro. Ahí dice: “Como potencia mundial de la vida, Colombia permitirá el disfrute respetuoso de su vastísimos paisajes, cultura y riqueza natural a toda la humanidad, enseñando al resto del mundo las prácticas de relacionamiento armónico con el medio que nos rodea. El turismo de naturaleza, comunitario, cultural, de salud y científico, entre otros, será protagonista en la transición económica, como uno de los mayores generadores de bienestar económico y social local”.

¿Cómo lograrlo? El asunto va más allá de una promesa bonita. En octubre pasado, la Universidad Javeriana publicó el informe “La huella del turismo en poblaciones vulnerables”, donde aparecen relatos y cifras de lugares como Barú o Villa de Leyva que, “alentados por la ilusión del progreso económico, terminaron viviendo en lugares que ya no les pertenecen, en condiciones de mayor inequidad y pobreza”.

En este artículo citan a Zulma Vianchá Sánchez, Humberto Rojas Pinilla y Miguel Ángel Barrera Rojas, quienes publicaron un artículo en el que analizaron 81 investigaciones sobre la pobreza y vulnerabilidad en destinos de Latinoamérica. En ellas, el 28 % de los impactos fueron positivos, pero el 72 % fueron negativos.

La periodista Daniela Quintero Díaz publicó en este diario un informe sobre playas que están desapareciendo en Colombia, en parte por la construcción desmedida y el turismo inconsciente.

En Colombia existen algunas iniciativas responsables (“Antioquia es mágica”, de la Gobernación de Antioquia, es una), pero si todos los responsables no se unen para trabajar en conjunto, para muchos la llegada de los turistas será solo una pesadilla. Este Gobierno tiene aquí una oportunidad única e irrepetible.

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