TORRE DE TOKIO: FUTURO CONVENIENTE

Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.

A la larga lista de anticipos de futuro que ofrece la vida en Japón se suma la tienda abierta las 24 horas, una versión urbana y computarizada de aquellos bien aprovisionados almacenes donde los residentes de pueblos aislados compran azúcar, aspirinas, camisas, toallas higiénicas, revistas, cables eléctricos, ganchos o estampillas. (Recomendamos más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

Se les denomina konbini, palabra japonesa derivada del inglés convenience store, los surtidos comercios inventados en el siglo pasado en Estados Unidos.

Por las vistosas franjas de colores de sus avisos, las tiendas abiertas las 24 horas se divisan sin dificultad en los barrios residenciales, las zonas industriales o en un exclusivo sector de restaurantes caros.

En la noche, su luz fluorescente en las calles oscuras evoca un oasis donde se ofrece café recién hecho, bocados calientes y unos tres mil artículos para la vida diaria cuyas existencias y caducidad se controlan con un sistema digital.

Conscientes del potencial narrativo que tiene su ubicuidad y su horario perpetuo, los guionistas de cine y televisión japonesa las usan para situar en ellas encuentros improbables.

Allí se produce el flechazo entre el joven camionero que hace una pausa en la noche para comprar comida y refrescos, y la oficinista solitaria que bajó de su apartamento a reemplazar un cable para su teléfono.

Para conocer la interacción de los empleados de una tienda abierta las 24 horas basta leer La dependienta, relato de una mujer con dificultades de adaptación social que, gracias al video de capacitación que le muestran al contratarla, aprende cómo lograr una “expresión facial normal” y una “forma adecuada de hablar”.

Ganadora del prestigioso premio Akutagawa en 2016, la obra de Sayaka Murata ha sido descrita como “la historia de amor entre una mujer y una tienda”, o “una reflexión sobre la identidad en una sociedad que valora ante todo la homogeneidad”.

Por requerir tres turnos, las tiendas abiertas las 24 horas sufren la escasez de mano de obra que afecta a Japón debido a la contracción demográfica.

Mientras en países vecinos este tipo de comercios se robotizan, en Japón se suplen de estudiantes extranjeros venidos de países como China, Corea del Sur y Vietnam. Funcionan como un laboratorio social de la interacción del mundo con Japón, pese al rechazo de muchos nacionalistas nipones asustados de que su país se contamine con aires cosmopolitas.

Los más xenófobos argumentan que los extranjeros no pueden ofrecer el mismo grado de atención al detalle y elegancia en el servicio que los empleados japoneses. Pero como cada vez ocurre menos que el camionero y la oficinista se reproduzcan, las opciones se reducen y la inmigración se hace cada vez más necesaria. El futuro ya está aquí.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

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